Barreras Geográficas Viaje a Cupica, Bahía Solano y el Valle Chocó.
En uno de los escritos, sobre Mis Memorias, comenté las vicisitudes que pasaban los habitantes de Juradó, para trasladarse hasta Quibdó, cuando no optaban la vía del mar y resulta que eran las mismas penurias que soportaba la gente de Cupica, Bahía Solano y el Valle (Chocó) que utilizaban la ruta de Bahía Limones al Río Napipí; antes y aun después de construida la pista del Aeropuerto José Celestino Mutis, de Bahía Solano, también conocido como “Sal si puedes” por aquello de las condiciones atmosféricas o meteorológicas, que con frecuencia determinan que los vuelos se retrasen o se cancelen.
Me gradué de bachiller en 1966 en el Liceo Nacional Tomás Carrasquilla, en Santo Domingo (Antioquia) con el Solaneño Hermes Obregón Rivera, con quien compartí internado, junto con los Chocoanos, Oscar Obregón, su hermano, José Luis Valdés (+) Marcial Figueroa Lozano (Chalo), Gabriel Aldana Vivas, Julio César Garcés Ferrer (+) Jesús Enrique Ferrer Correa, Omar Carrasco y Alejo Garcés Díaz. En el internado, Hermes, nos contaba de su afición a la pesca y de sus viajes por mar y ríos.
Para esas calendas, se habían terminado los trabajos de construcción del Aeropuerto de Bahía Solano y se viajaba en avionetas de la Empresa Avispa; y sólo viajaban cuando tenían el cupo completo desde desde Medellín, en ruta con Quibdó-Bahía Solano.
Terminado el año lectivo, los Chocoanos, que estudiábamos en Santo Domingo, regresamos a Quibdó; de allí José Luis, siguió para Istmina, y Hermes Obregón se quedó pendiente en Quibdó, que llegara alguna avioneta procedente de Medellín, con destino a Bahía Solano. En esa espera, de una semana, Hermes, se encontró con un ex agente de la policía, natural de Condoto, quien había trabajado en Bahía, y era conocido con el apodo de Batey. En el intercambio de saludos y entablada conversación, Batey le comentó a Hermes, que él, también estaba varado en Quibdó, y que pensaba tomar la ruta del Río Napipí, para viajar a Juradó, rumbo a Jaqué (población de la República de Panamá, limítrofe con Juradó, en el Pacifico Colombiano) con el propósito de vender unas boroqueras (Cerbatanas) en un Club de Pesca de nombre “Los Molinos” frecuentado por ciudadanos norteamericanos; las boroqueras eran un total de ocho y cada una medía como tres metros.
En efecto, Batey y Hermes se embarcaron en la embarcación de nombre La Rosario, que viajaba desde Quibdó, hasta Cartagena, y zarparon a las cinco y media de la tarde, llegando al amanecer del día siguiente a la población de Napipí, ubicada en la desembocadura del río del mismo nombre, en la margen izquierda del Río Atrato, en viaje de bajada. De Napipí salieron al día siguiente a las ocho de la mañana, como pasajeros, en una canoa con motor, río arriba hasta llegar al Caserío de nombre “Carrillo” donde durmieron, en un aserrío de un señor de nombre Pedro. Al otro día salieron (también como pasajeros) del aserrío, en un chingo (canoa) hasta llegar a la Cabecera del Río Napipí, a una comunidad Indígena y durmieron en la choza de un indio a quien llamaban Bombá. Hermes me Comentó, que en la cabecera del Napipí, se encuentran los charcos más hermosos que ha conocido en su vida, que en sus aguas cristalinas, se podían apreciar variedades de peces, que en el camino, también encontraron muchas tortugas y lagartijas gigantes.
Al cuarto día de viaje, Hermes y Batey, salieron de la comunidad indígena, sin ninguna compañía, a pie, por la trocha hacia la Bahía Limones, en el Pacífico, cargando sus maletines y las boroqueras; en el camino Batey, alcanzó a divisar una enorme culebra enrollada; sigilosamente la rodeó y con un machete que llevaba, dio cuenta de ella. Más adelante vieron una manada de cerdos salvajes (saínos) que cruzaban una quebrada y después de doce horas de caminata, con las camisas empapadas de sudor, llegaron a la costa; recogieron chamizas, ramas y palos, en gran cantidad, e hicieron una fogata en la playa, de tal magnitud, para que en Cupica, esa noche se viera y supieran, que en Limones había viajeros. Esa noche durmieron a la intemperie y al día siguiente, fueron recogidos por lugareños de Cupica, en un bote de vela.
Este fue el segundo viaje que Hermes, realizó en esa ruta, en la que Batey, era veterano, puesto que había realizado varios viajes.
Considero pertinente anotar, que Jaqué y Juradó, son las poblaciones que delimitan las fronteras, entre la República de Panamá y el Pacifico Colombiano. A Jaqué se puede viajar desde Juradó, por el mar o por camino, allí se escuchan las emisoras panameñas y hay una relación comercial y cultural muy estrecha entre las dos poblaciones.
Viaje de Quibdó a Nuquí.
La primera salida que hace mi papá, Américo Murillo Copete, de su tierra natal Tadó, es hacia Quibdó, con la aspiración de estudiar bachillerato en el Colegio Carrasquilla, Recuerdo que me mencionó los nombres de algunos de sus compañeros de curso, en otros estaban: Miguel A. Caicedo, Francisco Cuesta Velásquez, Crispín Vicente Perea, Máximo Perea, Julián Moreno Palacios, Enrique Couttin Garcés, Ariel Rodríguez Astié (Michindopo) Elías José Valencia Mendoza (Chochero).
En el Colegio Carrasquilla, se cursaba hasta quinto de bachillerato; así que, quienes tenían sus padres con recursos económicos, los enviaban en su gran mayoría a la ciudad de Medellín, para cursar el sexto año y obtener su diploma de bachiller. Los padres de mi papá, también tadoseños carecían de recursos y no pudieron enviarlo a otra ciudad, a terminar el bachillerato; por eso le tocó trabajar y tuvo la fortuna de emplearse en la oficina del Dr. Gabriel Meluk Aluma (mi padrino de bautismo) con quien se formó empíricamente, en derecho penal, civil y laboral; este hecho le permitió posteriormente desempeñarse a cabalidad, como Secretario de Juzgado, hasta ser nombrado Juez Promiscuo Municipal, en Lloró, Bellavista, y Nuquí; Juez del Circuito en Istmina, Juez Laboral (e) en Quibdó, y Juez de Instrucción Criminal de Acandí.
Vale anotar, que el Doctor Gabriel Meluk Aluma, fue uno de los abogados más prestigiosos que tuvo el Chocó, fogoso defensor de la chocoanidad, cuando la fallida desmembración de nuestro departamento. Fue elegido Senador de la República, en la lista de unidad, que por el Partido Liberal, conformaron los docotres Diego Luis Córdoba y Adán Arriaga Andrade. El paso del doctor Meluk Aluma, dejó huellas imborrables en el parlamento y fue catalogado como uno de los mejores congresistas de Colombia, poniendo en alto la inteligencia de los Chocoanos.
Cuando a mi papá le correspondió trabajar en Nuquí, en esa población no operaba aún, el transporte aéreo; por lo que su desplazamiento fue por río y trocha, como lo hacía la gran mayoría de los Nuquiseños, que no podían costearse el viaje por la ruta Buenaventura, con destino Cali, Medellín, hasta Quibdó. Sólo algunos años después, se vincula el transporte aéreo a través de la Empresa Seraco, que tenía unas avionetas anfibias, que amarizaban en el Golfo de Tribugá.
Vale anotar, que en los años 40 y 50, para ciertos lugares del Chocó, el servicio de correo postal era prestado por personas naturales, que además de llevar la correspondencia, oficial y particular, por ríos y trochas, transportaban, inclusive, el cigarrillo, tabaco, y licores, para los Colectores, quienes eran los encargados de su distribución y venta en el área rural, como también pagar el sueldo a los maestros. Nuquí, no era la excepción y el señor que llevaba el correo a ese municipio, se llamaba Juan Palacios, más conocido como “Juan Murrapo” Existe en el Chocó, una especie de palmera, conocida como murrapo y cuentan las malas lenguas, que el señor Juan, en tiempos de la violencia, huyendo de la guerrilla, se trepó en una palma de murrapo; el quid del asunto, es que la mencionada palma, alcanza a medir hasta 30 metros, es delgada y tiene más espinas que la palma de chontaduro.
Traigo a colación en esta historia, a Juan Murrapo, porque fue el guía y acompañante de mi papá, en su primer viaje a Nuquí, por la ruta del Río Munguidó, que era salir desde Quibdó, en canoa, por el Río Atrato, subir por la desembocadura del Río Munguidó, pasando por La Comunidad, Puerto Aluma, Altagracia, Bella Luz, el Tambo, y Campo Bonito, donde se pernoctaba. De este lugar se continuaba el viaje hasta llegar a la desembocadura del Río Suruco, de este punto se subía hasta la cabecera del mismo río, para llegar al caserío denominado La Divisa, donde también se pernoctaba, allí se conseguía y podía contratar cargueros o paseros. Al día siguiente se cogía camino hasta llegar a Yucal, sitio donde había que embarcarse en canoa, en la Quebrada Amparraidá, donde bajando por su cauce, se desembocaba en el Río Baudó, para en un trayecto de seis horas, llegar a la población de Chachajo.
De Chachajo, durante un trayecto de cinco horas en canoa, llegaban a Cugucho, de allí cogían camino y en dos horas, se pasaba por la Quebrada Agua Blanca, y de ésta, se embarcaban en canoa para llegar a Tribibugá; y luego de una caminata de dos horas por la playa, se llegaba finalmente a Nuquí.
En el recorrido por esos caminos y trochas, solían encontrarse perdices del tamaño de una gallina, avispas, iguanas, paletones, lagartijas gigantes (chochoras) arañas, culebras, hormigas congas, de color negro, pozoñosas, y de mayor tamaño que las arrieras.
También es del caso, advertir que para viajar de Quibdó a Nuquí, existía otra ruta, que era viajar desde Quibdó, en champa por el Río Quito hasta llegar al Río Paimadó, de este punto, por camino se llegaba a Pié de Pató, de allí se embarcaban en el Río Náuca, hasta llegar a un istmo que, al cruzarlo, se caía a la cabecera del Río Nuquí, donde en chingo o canoa, viajaban a Nuquí. Este recorrido se hacía en tres o cuatro días.
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