«De salones y Bailes peseteros»


En la década del 50, en Quibdó, se ponen en funcionamiento bailaderos populares, con estructura de tambo o bohío, sin paredes, con barandas, piso de tablas con buena distancia del techo de paja; de tal suerte, que los danzantes no se preocupaban por la falta de ventiladores o equipos de aire acondicionado, para la fecha esos artefactos en nuestro medio no se conocían, eran los tiempos del abanico y de la pepena para echarse viento, sobre todo las damas. La música se escuchaba en máquinas traga níquel, que algunos llamaban erróneamente vitrola, tenían un compartimiento donde iban los discos en vinilo de 78 Rpm (revoluciones por minutos) se accionaban introduciéndole monedas, previa selección del tema o temas, de preferencia del bailador.


De esos bailaderos tenemos los siguientes: 1) Tambodó, ubicado en la Carrera 4ª entre Yesca Grande y Pandeyuca, por los lados del Cinema, de Senén Ángel, fue el primero de los anotados bailaderos, allí se agasajaban a funcionarios públicos, que venían del interior del país, se celebraban fiestas de matrimonio, etc. 2) Mi Bohío, igualmente, en la Carreara 4ª, entre Pandeyuca y Alameda, en frente de la Farmacia Magistral. Después del Plebiscito de 1957, que aprobó el voto para la mujer en Colombia, sirvió hasta de puesto de votación, para que votaran las mujeres por primera vez. 3) El Río Atrato, en la Calle 31, entre Carreras 1ª y 2ª, en el Parque Manuel Mosquera Garcés (antes Parque Infantil) frente al surtidor de gasolina, ubicado en medio de la oficina de Claro y el Restaurante Al Carbón. Dicho bailadero se organizó por una junta cívica de Quibdó, con el propósito de recaudar fondos, para la reconstrucción de los juegos del Parque Infantil, que se habían deteriorado, después de terminado el Gobierno de Rojas Pinilla (muerto el ahijado, se acaba el compadrazgo).

Baile en Tambodó, al fondo se ve el traganiquel

Otro bailadero de renombre fue el Aerobar, quedaba cerca de la orilla del Rio Atrato en la Calle 31, en la parte posterior, donde hoy funciona el Edificio de la Gobernación del Chocó. Su nombre, porque en medio de la Gobernación y la Universidad Antonio Nariño, quedaba el Puerto Aéreo, donde acuatizaban los aviones, antes de la construcción de Aeropuerto El Caraño.
En esos bailaderos, los administradores se reservaban el derecho de admisión, la rumba era sana, diversión pura, no había nada a media luz, menos clandestinidad, los hombres casados iban acompañados de sus señoras esposas, los solteros, con sus novias, amigas o solos. Eran los tiempos que con cartas, poemas y serenatas los hombres enamoraban.
También hubo en Quibdó, otros sitios de diversión, de nivel diferente a los bailaderos antes mencionados, funcionaban en casas, con salas grandes o salones. Esos salones, los sábados abrían sus puertas, como a eso de las 8 de la noche, la sala se encontraba lista, barrida y trapeada, y el ”Picotero” quien ponía la música, revisaba el tocadiscos, la cajita donde venían las agujas, las cuales se tenían que cambiar, cuando habían sonado máximo 8 discos, ya que a partir de ese número, el sonido se distorsionaba; había que chequear también el amplificador y el imprescindible elevador de corriente, que técnicamente elevaba el voltaje, por aquello que esos equipos consumían mucha corriente, lo que de contera implicaba, que el voltaje disminuyera.
El “Picot”, era un bafle construido artesanalmente en madera, de forma rectangular, de 1.20 metros de alto, por 60 centímetros aproximados de frente y de ancho, pintados a mano, con brocha, con dibujos de palmeras, tambores o cualquier instrumento musical, al que le adicionaban dos parlantes, los traían de Cartagena, al igual que la música, especialmente de la Sonora Matancera y sus diferentes cantantes, también de Los Matamoros, el Trío La Rosa, la música de Ángel Viloria, las guarachas de Daniel Santos; en fin, todo lo que sonaba en Cartagena y Barranquilla. El Picotero, era fundamental en los bailes peseteros, la música tenía que ser buena y variada, si la música que sonaba, no era buena, los parejos no bailaban ni se animarían a consumir el trago y eso era grave para el dueño del negocio.

A los bailaderos podían llegar libremente parejas, o mujeres que ya habían tenido hijos o solteras, sin compromiso aparente, que las atara a un hombre; se presentaban bien bañaditas, bien vestiditas y emperijoyadas (baratijas o joyas de fantasía) sus caras empolvadas y con su colorete en los labios, como eran de origen humilde, usaban perfume barato, cuando no, con agua alucema. Esas parejas, una que otra bailando, se metía su serruchito. Los varones por su parte, compraban su bebida, que era aguardiente o cerveza y tenían la deferencia de compartir trago con las parejas

.
Los hombres, para esos bailes, se ponían especialmente sus pantalones movibles, eran de una tela que por su suavidad, el movimiento de las piernas eran más notorio.


Cuando iniciaba el baile, a las 9 de la noche, los varones estaban atentos para bailar con cualquiera de las parejas presentes, particularmente si el tema musical era bueno y de su predilección; porque a la mitad del disco, salía el cobrador y cada uno de los parejos tenía que pagar 10 centavos por cada pieza bailada, representados en una moneda pequeña, del tamaño de las que ahora son de 50 pesos. Esas monedas de 10 centavos, eran muy parecidas a la Peseta Española, que circuló en la época de la colonia, por eso nuestros mayores y especialmente, la gente del campo, las llamaba o denominaba Peseta. Por ejemplo, uno iba al mercado y preguntaba por el valor de capachito que trae la cebolla de mata, albahaca, poleo y el cilantro, la vendedora respondía, le cuesta una peseta. De allí surge el nombre de baile pesetero, que se menciona en la composición musical de Eyda Caicedo, El Rastrillo, que interpreta la agrupación musical La Contundencia, que inicia diciendo:

“En un baile pesetero, que había donde María la Luz,

quise serrucha una vieja, que tenía las patas en cruz…”



Los principales bailaderos peseteros fueron: 1) Salón el Meniaito, el Picot, se llamaba Ritmos del Trópico, quedaba en la que ahora es, la Calle 31, entre Carreras Tercera y Cuarta, de propiedad de Pedro Parra Gamboa, hoy día, allí se encuentra construido el apartamento del Ing. Manuel Darío Córdoba y el apartamento que lo antecede. 2) El bailadero de Rosa María Mosquera “Morí” la última ascensorista, que tuvo el Edificio 8 pisos) en la Carrera 5ª, entre las Calles 29 y 30, hoy en medio de un local denominado la Casa del Rapimotero y la Drogueria MediQuibdó. 3) El bailadero de Hilda García Moreno, ubicado donde hoy es la Calle 29, con Carrera 4ª, en toda la esquina, donde está la Panadería Especial y 4) El Tibiritabara, de Delcia Aguilar, en la Carrera 5ª, entre Calles 28 y 29, al lado de la casa del señor Eliseo Valencia Becerra.
Para los años, 59 y 60, se programaban bailes los domingos, en horario 2 a 6 de la tarde, en las casas de Severa Paneso, en la Calle 30, entre Carreras 9ª y 10ª, frente al Cuarto Bate y la de Salomón Mosquera “maramba” en la Carrera 5ª, entre calles 27 y 28, hoy queda en un local comercial, al lado de la residencia de Gladys Martínez de Paz. Esos bailes eran exclusivamente para muchachos, con un Cover de 50 centavos, sin derecho a gaseosa, desde las 2 hasta las 6 P.M.

«Del Balalaika a Barlovento»


Por razones cronológicas, no pensaba venir al mundo, por ello buena parte de los hechos, que narro a continuación, no corresponden a mis memorias, sino a información suministrada por personas de la época, que tienen recuerdos vivos de lo acontecido.

A mediados de los años 30, al 50 en el Barrio La Yesquita, se instalaron unos bailaderos, en los que vivían mujeres, encargadas de prestar servicios sexuales; la gran mayoría de esas trabajadoras eran procedentes de Bolívar-Antioquia, de Cartagena y como dato curioso, una de ellas conocida como ”la Nena” presentaba una deformidad en la columna, en forma de un “turupe” como la del jorobado de Notre Dam, ¿Qué cómo se las arreglaba? De todas formas “la Nena” era bastante lanzada; ya que después se trasladó para el sector del puente de Huapango, donde instaló su propio negocio.

Los burdeles, no sólo estaban para el servicio de los hombres de Quibdó, independientemente de la clase social a la que pertenecían, profesión u oficio; sino también a visitantes en plan de negocios y a los “bogas” de las lanchas que venían de Cartagena, que bajo el brazo traían sus discos de moda en la costa atlántica, para un mejor disfrute de la rumba.

Los negocios o bailaderos principales, fueron: 1) El Búho Negro, también conocido como el “Culin dancing” quedaba en la Calle 20, entre Carreras 4ª y 5ª, de propiedad del señor Andrés Palacios. 2) El Bataclán, su dueño se especulaba que era Carmeleño o de Bolívar-Antioquia, estaba ubicado, hoy en la Calle 21, entre Carreras 4ª y 5ª, por donde queda la casa de la familia Mesa, la propiedad era de un señor Abraham Perea, al parecer de Tadó. 3) El King Kong, ubicado en la Calle 21, donde hoy es la residencia del Dr. Leonel De León, el propietario del negocio, fue Abel (Pechón) Mosquera. 4) El Balalaika, ubicado donde hoy funciona Helados Ricos, en la Calle 22, con Carrera 5ª, esquina, cuyo propietario era Jacinto Belalcázar. 5ª) El Harén, en la Calle 22, entre Carreras 4ª y 5ª, donde ahora vive Toribia, que hace pasteles (hija de Taurina).


Aviso de prensa del ABC anunciando la inauguración del» Balalaika «el sábado 14 de octubre de 1941.

Debo acotar, que el Bataclán, fue el único negocio que tuvo entre sus mujeres, una natural de Cuba y el registro del primer muerto en forma violenta, de apellido Rengifo.  

Además de los negocios antes anotados, funcionaron el “Chantecler” y el “Drama pruta” que su permanencia fue efímera, pero coadyuvaban a que la Yesquita, fuera una zona apetecida para el goce. Tanto negocio en un espacio tan reducido, como era y es aún, la Yesquita, la estridencia de los equipos de sonido, que se escuchaban en forma nítida, en la Calle de las Águilas, y hasta en las casas que quedaban, alrededor de Billares Palo Negro, en la Carrera 4ª, a lo que se agregaba el espectáculo de borrachos, borrachas pintorreteadas y amanecidas, hizo que algunas familias, se trasladaran a otros barrios de la ciudad.

En 1950, siendo Alcalde Mayor de Quibdó, Don Víctor R. Quesada, dispuso el traslado de la zona de tolerancia de la Yesquita, para las afueras de la ciudad, en el sector denominado “El Polvorín” por donde Eusebio Valdés, el de la “la Chiva” en toda la Calle 26, Alameda Reyes, entre la Carreras 10ª y el puente de las Margaritas.

Ese sector, que todavía se recuerda como “El Polvorín” recibió ese nombre, en razón a que allá se guardaba, la pólvora que se utilizaba para cargar el cañón Goliat, que todos los años se disparaba, para anunciar el inicio de las festividades de San Pacho. El cañón, estaba ubicado en la Loma de San Judas, por el sector de la virgen. El Goliat, fue traído a Quibdó, desde Murrí, población fundado por Chocoanos y que después tomó el nombre de Vigía del Fuerte.

El furor de la rumbantela no se opacó, ni las riñas; hasta que una noche se presentó un incidente, en el que un señor del Carmen de Atrato, apodado “fructuoso” con una navaja, le abrió el estómago y le vació los intestinos, a un agente armado con revolver en mano, del Servicio de Inteligencia Colombiana (S.I.C.) transformado posteriormente, en el extinto D.A.S.

Este y sucesivos escándalos y ante las quejas de habitantes del sector, con apoyo del clero, para ponerle cortapisas al asunto, aprovecharon una visita a Quibdó de Monseñor Álvarez del Pino, quien personalmente, puso candados a las puertas de las casas de lenocinio, del “Polvorín”. La drástica medida obligó a un cierre temporal de prostíbulos en Quibdó.


Lo que es hoy es el Barrio La Esmeralda, era un lugar muy tranquilo, sitio de paseos, conocido como “Changrilá” un sector y otro como “Monte frío” donde la gente se iba a jabonar, los fines de semana, a bañarse en los canalones, un sitio verdaderamente acogedor, al punto que tuvimos un Gobernador, que en compañía de algunos amigos, los domingos en son exclusivamente de paseo, iban a ese lugar a tomarse su sancocho y unos cuantos traguitos, donde la señora Cristina* muy buena para la culinaria. Para el paseo, se desplazaba en una lancha pequeña desde el Atrato, subiendo por la desembocadura de la quebrada La Yesca, pasaban por debajo de los puentes de García Gómez y el de Las Margaritas.

Para esas calendas, la Yesca, tenía buen flujo de agua, no existían los asentamientos palafiticos, que hoy se encuentran en su recorrido, que la han convirtieron en un vertedero de aguas residuales, botadero de escombros y basura. Para la canalización y recuperación de la Yesca, hubo un proyecto liderado por Codechocó, en cabeza del Dr. Ernesto Restrepo Mosquera, en 1990, pero lamentablemente se truncó, y al parecer lo que pudo ser una obra de desarrollo urbanístico, no tiene dolientes.

Es precisamente en Changrilá, por lo distante del centro de Quibdó, el sitio, que el señor Victoriano Peñaranda* resuelve poner en funcionamiento el primer bailadero, con habitaciones para las señoras denominadas de la vida; para lo cual recluta un personal de paisas de Bolívar-Antioquia, unas cuantas Chocoanas, y especialmente Cartageneras, entre las que se destacaba una muy esbelta, simpática y excelente bailarina, según el decir de los que la conocieron, y la apodaban “Ula Ula”.

Posteriormente, se instala un segundo bailadero, también con piezas, administrado por Jorgino Mayorca* y su socio Jasparin*. Como el negocio se vuelve lucrativo, después se suma la señora Felicinda* y otros más. Con tanta competencia para Victoriano* éste, adopta como política empresarial, renovar cada tres meses, su personal y de paso, conjurar el amancebamiento de sus asiduos clientes, con las trabajadoras, lo cual afectaba seriamente la inversión. Cuando se hacía el relevo de personal, Victoriano* como estrategia de publicidad, los días lunes, las llevaba desfilando a cine, al Teatro Quibdó, y los hombres entusiasmados decían “llegó ganado nuevo”. Vale anotar, que se comentaba en Quibdó, que Victoriano* hacía las veces de “catador” del personal renovado, para ilustrar a sus clientes sobre el desempeño de las trabajadoras, entre las cuales venía una, para su exclusividad.

 Para aquella época, en el Batallón Bomboná, acantonado en Quibdó, había un Teniente de apellido Gómez, de buena estatura, que tenía reputación de ser malo con la tropa, y tenía la costumbre de patrullar con un pelotón de soldados, la zona de tolerancia, con el objetivo de requisar en las cantinas a los clientes y exigirle a los dueños de los negocios, el carnet de sanidad (la patente de sanidad)  que  se expedía en la Dirección de Higiene Departamental, que debían portar todas la putas, como una medida de control de enfermedades venéreas, que pululaban en el Chocó, que también fue objeto de campaña sanitaria, como la del Pian, Malaria y Tuberculosis.


El teniente Gómez, se la tenía velada o montada (como se dice ahora) a Victoriano* y por todo le ponía problemas, y como tanto va el cántaro al agua, hasta que por fin se rompe, hubo un momento que Victoriano*, delante de los soldados y de los asistentes a su negocio, le reviró al teniente y le dijo que se las daba de machito, porque estaba armado y rodeado de soldados; pero para asombro de la concurrencia, el Teniente Gómez, desafió a Victoriano*, a una pelea hombre a hombre, se desprendió de su pistola, le ordenó a los soldados no intervenir y como decíamos en el Chocó, se agarraron a la lucha y a “cuesco limpio”, de la cantina rodaron a la calle y como Victoriano, era cuajado y curtido en peleas callejeras, le dio su taparisa al teniente, quien se levantó del suelo, le estrecho la mano a Victoriano, y le dijo : “usted, es un berraco”.Santo santo remedio, se acabó la friega.

.Entre 1950 y 1953, se libraba la guerra de KOREA, y como en el sector convertido en zona de tolerancia, se guerriaba sexualmente, le pusieron el nombre de Korea, que era visitada por hombres solteros, casados, doctores y no profesionales. Con el paso del tiempo, la falta de renovación de las damiselas, y la vejez de aquellas que se quedaron en el oficio, marcaron la decadencia de los negocios, y sólo quedó para el recuerdo, algunos nombres, como por ejemplo: Hortelia, conocida como “la tortuga”, “la mata rata”, “la chimi chale”, “la bachichí”, “la pan sin freno” y “la sin decile”.

En algunos de estos griles y estaderos se realizaban presentación de grupos musicales como ocurría en» Piamonte» sitio de ésta foto, que si bien no se menciona en los escritos tuvo un sitial importante en las noches de ese Quibdó del ayer.

Con ese escenario y con la llegada al sector de familias respetables, sumándose a las que estaban anteriormente, el Padre Anglés, sacerdote Catalán, decide bautizar con el nombre de La Esmeralda, a lo que era conocido, como Korea. Victoriano*, monta un nuevo negocio, con el nombre de Barlovento, en la Alameda Reyes, entre las Carreras 9ª y 10ª, una cuadra más delante de la Cárcel, por ello, las cosas no funcionaron como se esperaba; dado que el sitio era muy visible. No duró mucho tiempo, el negocio.

Considero prudente anotar, que cuando había un sepelio en Quibdó, el cortejo fúnebre, hacía su recorrido a pie, no había servicio de funeraria, se partía desde la Catedral San Francisco de Asís, por toda la Alameda Reyes, hasta el cementerio San José, los sacerdotes acompañaban el féretro, hasta la Cárcel Anayancy, de allí se devolvían, dejando al muerto solo, para no pasar por Korea, según ellos, por ser un lugar de pecado.

P. D. 1)- Con ocasión a mi escrito “Bailaderos y bailes peseteros” algunos amigos me llamaron y otros escribieron en el Facebook, para indicarme que se había quedado por fuera del texto, que en la casa de fulano o sutano, se hacían bailes peseteros, que me había quedado corto en el nombre de otros establecimientos de diversión, y me citaron a manera de ejemplo, Piamonte, Mi Ranchito, African Swing, El Antillano, Monpase, el bailadero de Pajarito y otros, sin caer en la cuenta, que ninguno de ellos funcionó en los años 50, sino a partir del 62, como Piamonte, el más antiguo de los señalados. Los bailaderos peseteros, que aludí, todos funcionaron permanentemente, en tanto que los otros casos señalados por los amigos, no eran propiamente bailaderos, o negocios, sino casas de familia en las que se programaban bailes, para recolectar fondos, generalmente por juntas barriales, pro festividades de San Pacho.   Los lectores, y mis amigos, tienen plena libertad de publicar sus comentarios, que todo ello enriquece el conocimiento y fortalece la memoria.

2)-Los nombres con asteriscos (*) son ficticios

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